martes, 8 de abril de 2008

¿Insuficiencia qué?

Primera de a ver hasta cuándo sobrevivo (o me alcanza la necedad) para dar fe de estos escabrosos asuntos.

¿Insuficiencia qué?

—Renal —repitió la doctora (bata de la UNAM), al tiempo que me aplicaba un interesantísimo cuestionario sobre mi familia.
Por supuesto que le había entendido a la primera, pero era de las poquísimas veces que mis sospechas no querían confirmarse, pues antes de reunir las fuerzas para ir a un chequeo, me di a la tarea de buscar qué posible padecimiento me afectaba buscando los síntomas en páginas médicas de Internet.

Cuando estuve en “centenaria-y-célebre-revista-noña-que, a-pesar-de-ello-continua-siendo-la-más-leída-del-mundo” (ay, ¿usté cree...?) el buen Mario me enseñó a identificar las páginas confiables de medicina que son respaldadas por instituciones académicas (como la UNAM), centros de investigación (como la UNAM) u organismos descentralizados que se especializan en reunir opiniones de expertos de todo el mundo (como la UNAM), además de cotejar la traducción de las mismas (casi todas las patentes de investigación se publican primero en inglés... ¿por qué será?) con el famosérrimo “libro asqueroso”, mejor conocido en el bajo mundo como “El Mosby”. No sé cuál de los dos adjetivos suene más aterrador, pero las ilustraciones que contiene este engendro del infierno reiteran mi idea de que algo dañado deben tener los médicos en su naturaleza para soportar las consecuencias de cada vomitiva e inenarrable enfermedad, síndrome o trastorno (no, no son sinónimos: no es lo mismo que lo mesmo), que de sólo recordarlo vagamente me crujen los dientes y se me empieza a cerrar un ojo por lapsos repetitivos.

Flash, flash: debido a los severos daños que ha provocado recordar tremendo horror, este post necesita liberarse de algún modo, así que no habiendo nadie cerca a quien vilipendiar o mentarle su mauser, he aquí la:

Brevísima (aunque no por ello menos traumática) descripción de “El Mosby”.

Editado por McGraw–Hill (esa misma editorial donde me han llamado no una, ni dos, sino hasta tres veces para fungir como editor, y siempre me salen con el pretexto de que debo estar titulado para que me contraten; entonces no entiendo por qué me llamaron la segunda –y para colmo, no acabo de comprender por qué acepté ir en la tercera ocasión, si era predecible el descenlace... lo que hace el morbo, chingao–, si desde la primera ya sabían que un título no se obtiene en menos de un año... a menos que te apellides Fox), el Mosby es casi un catálogo de los diversos tormentos que nos podrían esperar cuando el destino nos mande-al-averno (en caso de que la teoría de Salvador Elizondo sobre el Infierno sea cierta). En primera, se trata de un señor tabique inmanejable, incluso a dos manos. Es cuando uno ve la utilidad a los... ¿alguien sabe como se llaman esos utensilios de madera (u otro material) donde se puede dejar un librote abierto para consultarlo sin la prisa que es inversamente proporcional al peso? Iba a escribir “atril”, pero ese es donde ponen sus partituras los músicos, y son harto frágiles y livianos, y nada que ver con el mazacote que puede sostener señores tabiques con los que seguro talan un ahuehuete para imprimir cada uno.

Para no darle más vueltas al asunto (já: amable lector, disculpe al escribano, pero algunos síntomas del tratamiento son desvaríos y desorientación), en dicha revista uno revisaba artículos o secciones con el ferviente deseo de no consultar ese espanto.

Estoy casi convencido que los verdaderos editores de ese libro fueron George A. Romero y Vincent Price (pss, con seudónimo, a huevo), sólo que en este caso con buenos efectos especiales: toda clase de deformidades, mutaciones, carcinomas, enfermedades degenerativas y ejemplos “tumorísticos” (o como se escriba) presentados de la forma más explícita y enferma que pueda existir. Si usted es de los aficionados a las menudencias en descomposición y se regodea con el sufrimiento ajeno (o le es suficiente con imágenes grotescas que hacen ver al “gore” como un juego de química Mi Alergia –no es dedazo: sino “propositorio”–), qué espera, ¡vaya por su Mosby!

Finalmente no todo fue tan desagradable con ese libro, pues gracias a él aprendí la diferencia entre “traqueostomía” y “traqueotomía”, o algo tan básico y recurrente como “inmunológico”, “inmune” o “inmunitario”, entre otras palabrejas que parecen simples, pero que hasta la fecha nunca he visto usar de forma correcta a ningún médico (ya no se diga en las traducciones de la telera: con los programas “especializados” de Canal 22 sobre Ciencias o en Dr. House, uno pasa del coraje a la risa por la cantidad de incoherencias que repiten de forma recalcitrante quienes se encargan del doblaje al estilo moco suena).

Justo el sábado, al salir del tratamiento que me devolvió cierta movilidad y prolongó mi sufrimiento sobre esta tierra, mi cuate Israel comenzó una discusión sobre un terminajo de esa índole. De sólo pensar que podía sacarlo de su necedad y confirmar mi observación acudiendo al Mosby... preferí darle la razón. Me remití a disfrutar el regreso desde Ecatepec. Compré alegrías en el metro Hidalgo. Y todos contentos.

(Continuará... como dicen en mi pueblo: “Si diosito me da licencia”; –sí, con minúscula, porque no me merece el menor respeto ese dios vengativo, rencoroso y harto contradictorio–.)

6 comentarios:

Dorix dijo...

¿Insuficiencia renal?

Ana Jácome dijo...

supongo que no era la intención....je pero me ha dado mucha risa tu post....sobre todo la referencia a Romero, como soy fan de Romero pero eso si, por más que aprecie el gore no me deleitan los libros del tipo que describes...como que esos tienen una realidad asquerosa, todo un factor.....
en fin, al pendiente de la continuación
recibe un buen saludo

Eridani dijo...

"...el regreso desde Ecatepec" suena como si estuviera suuuper lejos jajajaja, por cierto me debes una llamada... Saludos.

lozadri dijo...

Por un momento creí que mi comentario había sido eliminado, sin embargo, al darme cuenta de mi paranóico error y por demanda popular... (Fade in de tamborilero de circo)...¡aquí le traigo!

LA ERA DEL BASTÓN... PARTE II

En efecto, nuestro amigo, el joven piojo viejo -que para estas fechas echaba de menos el bastón que le había devuelto el andar- disfrutaba de los mundos creativos del arte publicitario. Fue entonces cuando un miércoles se reencontró con un conocido de antaño, su nombre era Sr. Tiempo Libre.

Como era de esperarse, los prisioneros del reencuentro empezaron a frecuentarse. Al buen piojo en verdad le costó mucho recordar la última vez que había hecho algo con Tiempo Libre.

Nuestro héroe ignoraba la crueldad de la vida y de esta historia: ¡el Sr. Tiempo Libre era una mala influencia!. No sólo convenció a Piojo de que estaba enfermo, sino que le dijo que sus dolencias le daban un falso aire de intriga y sensualidad a su vida y sin palparse el corazón, ¡lo llevo al doctor!...


CONTINUARÁ (OTRA VEZ) JE JE JE

Anónimo dijo...

Grün revisando lo revisable..

Saludos, recuerdos y muchos abrazos....

Salvatore dijo...

ay, ¿usted cree?