jueves, 13 de marzo de 2008

call center

Primera parte de quién sabe cuántas.


Antes de renunciar a la editorial, recuerdo que le comenté de manera rotunda a mi cuata Abi (quien trabaja buscando gente para contratarla en chambas de la más diversa variedá) que estaba dispuesto a cambiar radicalmente de trabajo:

(Dramatización):
—Así sea en un Call center, pero no quiero volver a editar libros por un buen rato.
—No te imagino en un trabajo así –respondió Abi con todo el sentido común que la ha distinguido desde adolescente.
—Ya verás que sí –respondía el orgullo pendejo... con cierto oscuro temor.

Era cierto, yo tampoco me imaginaba haciendo aquello que detesto tanto o casi más que los políticos de este país: llamar por teléfono a pobres incautos para embaucarlos con tarjetas de crédito, afores y demás porquerías que sólo aumentan la ya de por sí sobrecargada cartera vencida.

Transcurrió más de una semana que oficialmente ya no pertenecía a la editorial, pero aún así me llamaban para asistir a reuniones (en la última no nos bajaron a todos de pendejos y de cobardes) y no se veía ninguna alternativa de ingresos por ningún lado. Así que: anuncio que aparecía en la red, por miserable que fuera la paga, lo cliqueaba (¿así se escribirá?) de inmediato esperando que cayera cualquier cosa. Creo que fue el cómico Nateras (¡?) quien aseguró interpretando a “Caro” Quintero: “Para un desesperado, cualquier hoyo es salvavidas”. Aunque, pensándolo bien, el Ayatolá de la Mota hizo tantas declaraciones cagadas (como aquella de pagar la deuda externa si lo dejaban libre), que lo más probable es que si fuera suya.

Un día antes del concierto de Dylan me llamaron para concertar una entrevista. No recuerdo si estaba crudo, dormido, desvelado o una mezcla de las tres cosas, pero apenas si coordiné trabajosamente para anotar la dirección y la hora de la susodicha. Hasta el día siguiente me di cuenta que jamás pregunté cómo se llamaba la empresa ni para qué puesto sería la entrevista. Y ahí voy: a las 8 de la madrugada camino a Olivar de los Padres (¡a San Jerónimo y más allá!), buscando una calle que hasta los taxistas más colmilludos desconocían su existencia. Por fortuna, el servicio de GPS del tamagochi (¡te queremos Tamagochi, te queremos!) me indicó que por Avenida Toluca podría acceder a ese agujero dimensional que no aparecía ni en la Guía Roji (el libro sagrado que ha respondido puntualmente a todas mis dudas existenciales desde la infancia); y cómo iba a aparecer si esa calle fue, literalmente: “borrada del mapa”, para dar cabida a la ciclopista que a huevo insertaron entre callejuelas, parques e incluso casas (pronto pondré fotos, lo juro).

Como en toda Guadalajara (en particular Mariano Otero), Avenida Vallejo y toda calle que se hable de tú con el caos, la numeración no era continua, así que del 4320, al siguiente ¿edificio, lote, bodega...? le tocaba el 312, y la próxima ¿escuela, fábrica, casa...? ostentaba un 528 pintado casi a madrazos.

Por fin encontré el 427 y... ¿qué es lo primero que llama mi atención?: un gran letrero donde se anuncia que contratan “ejecutivos de Telemarketing” de tiempo completo.
“Tómela por hocicón”, me dije en silencio. El taxista me preguntó con preocupación (llevábamos casi dos horas buscando la mugre dirección y el taximetro ya marcaba casi 200 varos): “¿Tampoco es aquí, señor?” (Hace mucho que dejaron de decirme “joven”, pero ya no me trauma; menos desde que traigo bastón.) Estuve a punto de decirle que nos regresábamos, pero también me dije: “Ya estás aquí (tarde, pero al fin llegaste) y, ¿qué puedes perder, salvo tragar un poco más de mierda que el vago azar ha sazonado especialmente para ti?”

3 comentarios:

Ana Jácome dijo...

oh! y qué paso? Suena a que podrías haber encontrado cualquier cosa en ese 427....
Sí, yo también lo escribiría cliqueaba...
saludo :)

Dorix dijo...

No lo puedo creer. Eso sí, hablar por teléfono se te da, me cae. Nomás no llames a mi casa para ofrecer tarjetas de Santander-Serfín (a los demás no los he vetado aún, a estos sí por latosos), porque escucharás de mí palabrejas que nunca me habías escuchado. Saludos, se te estima de este lado del monitor.

dijo...

yo escribiria 'clickeaba'... telemarketing? bueh...